Tengo sed. Tras los pasos de Teresa de Calcuta
El día de la inspiración
El 10 de septiembre de 1946, la Madre Teresa, viajando en tren desde Calcuta a Darjeeling (650 kilómetros al norte, al pie de la cadena de los Himalayas), recibió una "llamada dentro de la llamada", por la que abandonaría la Congregación de la Hermanas de Loreto a la que pertenecía desde 1928 y fundaría las Misioneras de la Caridad. Ella lo llamó: el "Día de la Inspiración". ¿Qué sucedió en este viaje para que cambiara radicalmente de vida, pasando de ser una religiosa dedicada a la educación, a entregarse por completo a la atención de los más pobres entre los pobres?
Para entenderlo, según escriben sus biógrafos, hay que tener en cuenta el "voto secreto" que realizó cuatro años antes (1942) y que consistió en su compromiso de "no negarle nunca nada a Dios". Es decir, que a sus votos de obediencia, pobreza y castidad, añadió el de la sumisión total a la voluntad de Dios. De esta manera se puede comprender por qué la Madre Teresa fue tan fiel y perseverante en llevar a cabo su misión, más allá de la oscuridad interior que acompañaría parte de su vida al frente de la nueva Congregación.
La Madre Teresa escribió: "Era una segunda llamada para abandonar incluso Loreto, donde estaba muy feliz, para ir a las calles a servir a los más pobres de los pobres. Fue en aquel tren que oí la llamada para dejarlo todo y seguirlo a Él a los barrios más miserables...Yo sabía que era Su voluntad y que tenía que seguirlo. No había duda que iba a ser Su obra". Y en otra carta agregó: "Me hizo una llamada para saciar la sed de Jesús sirviéndole en los más pobres de los pobres".
Durante ese viaje ella tuvo una experiencia tan extraordinaria de Dios que cuando bajó del tren ya no era la misma. Ella dirá: "En la fuerte gracia de Luz y Amor divinos que Madre recibió durante el viaje, es donde empiezan las Misioneras de la Caridad...en las profundidades del infinito anhelo de Dios de amar y ser amado". Según escribió: "Fue un encuentro con la sed de Jesús”. Pero aquella sed de Jesús Crucificado, no era sólo física, sino que "era su sed de amar y ser amado". De allí que mandara colocar en todas las capillas de las casas de la Congregación, un cartel con la frase: "Tengo sed".
A partir de aquel viaje y hasta principios de 1947 empezó a recibir locuciones de Jesús (ella llamó a este fenómeno: "la Voz"). Según escribiera a su director espiritual, el padre Celeste Van Exem y luego al arzobispo de Calcuta, monseñor Ferdinand Périer, Cristo, entre otras cosas, le decía: "Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad, que serán Mi fuego de amor entre los más pobres, los enfermos, los moribundos y los niños pequeños de la calle…Quiero religiosas libres, revestidas con Mi pobreza de la Cruz. Quiero religiosas obedientes, revestidas con mi obediencia de la Cruz. Quiero religiosas llenas de amor, revestidas con la caridad de la Cruz. ¿Te negarás a hacer esto por mí?". Por momentos la Voz se volvía muy dura con ella: "¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu Esposo? ¿Por mí, por las almas? ¿Se ha enfriado tu generosidad? ¿Soy secundario para ti? Tú no moriste por las almas, por eso no te importa lo que les suceda. Tu corazón nunca estuvo ahogado en el dolor como lo estuvo el de Mi Madre. Ambos nos dimos totalmente por las almas. ¿Y tú?". Pero, en otros momentos, la Voz era suave y suplicante: "Pequeña mía, ven, ven, llévame a los agujeros de los pobres. Ven sé mi luz. No puedo ir solo. No me conocen, por eso no me quieren. Tú ven, ve hacia ellos, llévame hasta ellos".
Envuelta en esta experiencia mística tan particular, la Madre Teresa comenzó a pedir la dispensa para salir de su Congregación e iniciar la nueva obra. Primero a su confesor, luego al arzobispo, más tarde a la Madre Superiora y finalmente al Vaticano. Antes de dos años, obtuvo todos los permisos. Según los expertos, fue más rápido que lo habitual. Su perseverancia e insistencia para salir de la comodidad en que vivía e ir a meterse en los "agujeros oscuros" de los pobres de Calcuta, fue notable. Así, esta pequeña religiosa, de apenas un metro y medio de altura, dejó la casa de las Hermanas de Loreto, se vistió como una hindú, con un sencillo sari blanco orlado con bordes azules y salió a llevar la luz de Cristo a los barrios marginales de Calcuta. En la pobreza, se fue haciendo cada vez más fuerte, a tal punto que el ex Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, llegó a decir que era la mujer más poderosa del mundo.