Cantando al amor
Ella ha vuelto a poner
su mano sobre la mesa,
el labio un poco arqueado
con ganas de dibujar.
“Esto será así, viejito,
con el azul mezclándose
por la avenida de cipreses,
hasta volverse verde.
Un verde que Vicente diría:
de musgo acaramelado
por la piedra,
de brotes juveniles
en la hiedra,
de sapos y culebras,
de ligustros recién cortados,
o de piensos enrollados
destilando jugos del jade
que en un pozo han hallado.
No sé, viejito,
el verde que vimos en Getafe,
en la sierra de Guadarrama
o en la Granja de San Ildefonso.
Ese verde que nos unía
en la esperanza del regreso,
pese a las quejas de Delsita
y a los delirios de Maruja.
Ese verde que un día,
nos trajo a Buenos Aires
enredados en la ilusión
de seguir viviendo verdes,
y que ha dejado de pasar.
Dale viejito,
encontralo,
encontrame”.